Archivo de la categoría: Portada

Aprueban crear una plaza en Villa Santa Rita, el único barrio porteño que no tenía ninguna

Lo votó la Legislatura porteña por unanimidad. Expropiarán un terreno de 1.600 m2 que está sin uso.

Después de décadas de reclamos y proyectos que quedaron en la nada, los vecinos de Villa Santa Rita finalmente lo lograron. La Legislatura porteña aprobó este jueves una ley para crear una plaza en el barrio, el único en toda la Ciudad que no contaba con ningún espacio verde.

La ley fue votada por unanimidad, con 55 votos positivos.

Esa norma declara «de utilidad pública» al predio que queda en Álvarez Jonte 3222, cuya superficie es de unos 1.600 m2. Se trata de un lote donde antiguamente funcionaba un lavadero de autos, que luego fue adquirido para la construcción de un edificio. Pero en 2011 la Legislatura redujo la altura máxima permitida en la zona, sobre todo para proteger al pasaje Granville, que está en la misma manzana. Desde hace muchos años, entonces, el predio no tiene uso.

Por eso, los vecinos vieron allí la oportunidad que perseguían desde hacía 40 años: que el terreno pasara a manos de la Ciudad y se lo destinara a la instalación de la primera plaza en un barrio con 2,2 kilómetros cuadrados de superficie y más de 35.000 habitantes.  

Este jueves, con la aprobación de la ley, dieron el paso más importante. «Los vecinos y vecinas de Villa Santa Rita celebran un logro histórico. Se trata de un logro 100% vecinal que se constituye como punto de partida. Necesitamos tierra, césped, suelo absorbente, arbolado frondoso y de rápido crecimiento. Nada de cemento”, afirmaron en un comunicado los vecinos que conforman el grupo «Una plaza para Villa Santa Rita».

¿Cómo sigue el proceso? A partir de esta ley, el Banco Ciudad tasará el predio, y luego el Gobierno porteño se lo tendrá que pagar a los actuales dueños. Paralelamente, deberá definir el diseño urbanístico del predio, llamar a licitación y concretar la obra.

El proyecto aprobado fue enviado por el Ejecutivo, que retomó iniciativas anteriores que no habían progresado, por ejemplo una presentada en 2011 por la Coalición Cívica. Facundo Del Gaiso, legislador que pertenece a ese espacio dentro del interbloque de Vamos Juntos, aseguró: «Por fin logramos que todas las fuerzas acompañen la lucha de los vecinos del barrio por un espacio verde».

En tanto, desde la bancada del Frente de Todos, la legisladora Claudia Neira afirmó que «este primer paso tiene que ir acompañado por un plan de espacios verdes porque el barrio sigue estando carente y necesitado».

La falta de plazas y parques es un reclamo sistemático de los porteños, en todos los barrios. Pese a la falta de terrenos libres, en los últimos años pudieron concretarse algunas iniciativas creativas para sumar espacios verdes. Y en todos fue clave la lucha de los vecinos.

Acaso el ejemplo más gráfico sea el de la Manzana 66. Se trata del lote que queda entre Jujuy, Belgrano, Catamarca y Moreno, en Balvanera. Allí, una empresa compró todas las parcelas para construir un microestadio. Pero los vecinos se oponían, y pedían una plaza. La sostenida presión de la gente consiguió que la Ciudad y la empresa firmara un convenio urbanístico por el cual el privado cedía el terreno a cambio de otro, en Saavedra, donde le permitirían levantar un edificio. A cambio, el Estado se quedaba con la Manzana 66 para hacer la plaza, obra que finalmente fue inaugurada en 2018.

Es más: en ese predio de Saavedra, que queda en avenida San Isidro Labrador y las calles Pico y Vedia, y donde antes funcionaba un depósito policial de autos, se autorizó la construcción del edificio pero en el 60% del lote, porque en el otro 40% debía hacerse otra plaza, que fue inaugurada la semana pasada. También respondió a un pedido de los vecinos.

Otro antecedente es el de Boedo, barrio que durante décadas tampoco tuvo ni una plaza. En 2011 fue inaugurada la primera, en Estados Unidos, Sánchez de Loria, Carlos Calvo y Virrey Liniers.

Fuente: Clarin

Cuáles son las nuevas sedes para renovar la licencia de conductor

Están en Recoleta, Parque Avellaneda y Flores. En total, hay 18 dependencias donde hacer el trámite. A quiénes les corresponde.

La Ciudad habilitó cinco nuevas sedes para realizar el trámite de renovación de las licencias de conducir. Así, ya hay 18 dependencias donde se puede hacer el trámite.

Los nuevos puntos de atención son la subsede de la Comuna 2 (Uriburu 1022), la subsede de la Comuna 7 (Emilio Mitre 956), y la subsede de la Comuna 9 (Directorio 4360).

A esto, se le suma que abrieron para todos los vecinos las sedes del Colegio Público de Abogados (Corrientes 1441) y del Consejo de Ciencias Económicas (Córdoba 1532).

Hay más sedes que antes de la pandemia. Además habilitamos el horario extendido en dos de ellas para acercarle el trámite a la gente», señaló Julia Domeniconi, secretaria de Atención Ciudadana y Gestión Comunal. 

En horario extendido, de mañana y tarde, los puntos de atención son la subsede comunal 2 (ubicada en el Recoleta Mall, en Vicente López 2050) y la sede de avenida Roca 5252, en Villa Soldati.

El horario de atención es de 8 a 15. Y en los extendidos, hasta las 21.

De esta manera, quedaron habilitadas 18 oficinas para renovar la licencia:

  • Sede comunal 1: Humberto 1º 250
  • Sede comunal 2: Uriburu 1022
  • Subsede comunal 2: Vicente López 2050
  • Unidad de Atención Ciudadana de la Comuna 4: Martín García 464
  • Sede comunal 5: Carlos Calvo 3325
  • Sede comunal 6: Patricias Argentinas 277
  • Sede comunal 7: Rivadavia 7202
  • Subsede comunal 7: Emilio Mitre 956
  • Subsede comunal 9: Directorio 4360
  • Sede comunal 10: Bacacay 3968
  • Sede comunal 12: Holmberg 2548
  • Sede comunal 13: Cabildo 3067
  • Sede comunal 14: Beruti 3325
  • Sede comunal 15: Bonpland 1271
  • Dirección General de Habilitación de Conductores: Roca 5252
  • Consejo de Ciencias Económicas: Córdoba 1532
  • Automóvil Club Argentino (ACA): Avenida del Libertador 1850
  • Colegio de Abogados: Corrientes 1441

Para realizar el trámite hay que sacar turno para la sede elegida, a través de www.buenosaires.gob.ar

Los requisitos para la renovación son presentar el DNI, el libre deuda de infracciones, y llevar el Certificado Nacional de Antecedentes de Tránsito (CENAT, cuesta $ 1.200) abonado. Además deberán realizar la charla de educación vial, y en caso de padecer alguna enfermedad o estar bajo tratamiento médico hay que presentar el certificado o los estudios médicos. El costo del trámite es de $ 2.650.

Para saber si una persona debe tramitar la renovación o la reimpresión de la licencia, lo más práctico es comunicarse con Boti, el chat de Whatsapp que tiene la Ciudad (11-5050-0147), y escribir «licencia de conducir». La misma información puede solicitarse llamando a la línea 147.

Renovación o reimpresión: a quién le corresponde

Algunos plazos de vencimientos de las licencias de conducir se vieron alterados por la pandemia, ya que las oficinas donde se debían renovar estaban cerradas.

Por eso, el decreto 11/21 del Gobierno porteño determinó que las licencias de conducir emitidas con anterioridad al 17 de marzo 2020 y que tenían vencimiento entre el 1 de enero de 2022 y el 14 de febrero de 2025, cuentan con dos años de prórroga pero deben ser reimpresas.

El trámite de reimpresión puede iniciarse desde los 60 días previos al vencimiento original. Por ejemplo, si una licencia vence el 15/01/2023 debe reimprimirse y contará con dos años de prórroga, es decir, tendrá un vencimiento prorrogado por única vez hasta el 15/01/25.

La reimpresión cuesta $ 1.514, a los que hay que sumarle los $ 1.200 del CENAT.

Vencido el período de 2 años de prórroga, la licencia debe renovarse tal y como estaba previsto antes de la pandemia. Por ejemplo, una licencia emitida antes del 17/03/2020 con vencimiento original el 20/12/2020, tuvo un período de validez prorrogado hasta el 20/12/2022: en este caso, el trámite a realizar es el de renovación.

Fuente Clarin

40 veces en la Antártida: es de Saavedra pero su corazón está en el hielo

Carlos Bellisio trabaja en el Instituto Antártico Argentino y está por realizar su última campaña en el Continente Blanco. «Es como ir a otro planeta», asegura.

Carlos Enrique Bellisio se define como “un tipo de ciudad”. A sus 65 años, este vecino de Saavedra, separado y padre de una hija de 30, disfruta de los asados, de Buenos Aires y de ir tres o cuatro veces por semana a escuchar blues. Pero una vez por año y por un par de meses, el “Mono” Bellisio se va de la ciudad. Bien lejos, a la Antártida. Y lo hizo varias veces: en estos días está iniciando su campaña antártica número 40. Se convertirá así en uno de los argentinos (y de los humanos en general) que más veces viajó al Continente Blanco.

Carlos es técnico superior del Conicet y trabaja para el Instituto Antártico Argentino. Su tarea es asistir a los científicos que van a la Antártida a llevar adelante sus investigaciones, en especial a los ictiólogos que estudian la vida marina en el sur del mundo. Durante el año trabaja en el laboratorio que el Instituto tiene en el Museo de Ciencias Naturales, en Parque Centenario. Cuando llega el verano, viaja para las campañas antárticas.

Subirse a un bote y navegar sobre el agua helada para recoger un trasmayo, pasando por al lado de témpanos y pingüinos, es para Bellisio parte de su rutina. De alguna manera, heredada. “Nací el 25 de mayo de 1957 en Río Tercero, Córdoba. Pero de muy chiquito nos vinimos a Buenos Aires, porque mi padre, que era biólogo marino, empezó a trabajar para Hidrografía Naval. Él fue a la Antártida unas 15 veces, hasta el 75 aproximadamente”.

Cuando el padre regresaba y trabajaba en el laboratorio, Carlos lo acompañaba. “Mi padre me enseñó a pesar y medir los peces, me mostraba los cajones con muestras que traía desde allá. Me hablaba mucho de la Antártida, pero a mí me parecía otro mundo, imposible de alcanzar”, cuenta.

Hasta que se abrió una puerta. A los 18 años, y como muchos jóvenes, el Mono quería trabajar para tener su propia plata. Entonces, su padre lo presentó en el Instituto Antártico, donde lo tomaron como asistente.

A los 19 años viajó por primera vez al Continente Blanco. “Nos embarcamos en el ARA Bahía Aguirre, y tardamos 26 días en llegar a la base Almirante Brown, porque antes el barco iba descargando provisiones en otras bases. Al llegar, desembarcamos en lanchas tipo LPV, como las de la Segunda Guerra Mundial, en las que se abría una puerta adelante y bajabas. Tuvimos que descargar la comida, el combustible, todo. Estuve en Brown tres meses”, recuerda.

En esa primera experiencia hizo de todo. “Trabajaba con científicos que estudiaban peces, plancton, cormoranes (un ave típica). Hacía de todo un poco, era un comodín”, explica. Con el tiempo y el correr de las campañas, se fue dedicando casi exclusivamente a asistir a los ictiólogos.

Y desde entonces también se fue acostumbrando al paisaje blanco, al silencio y a la sensación de estar fuera del planeta. Y a cuestiones que aquí son cotidianas y allá cambian, como no tener que meter la mano en el bolsillo para sacar plata, porque en la Antártida no hay nada que comprar.

“La gente me pregunta si no me aburrí de ir tantas veces. Pero es una aventura. La soledad, estar aislado del mundo. Hay gente que llega y a los pocos días ya se quiere volver, camina por las paredes. A mí no me pasa, me encanta. Estoy por jubilarme y me cuesta un horror”, comenta.

A lo largo de estas cuatro décadas, las condiciones para los científicos, técnicos y militares que cada año van a trabajar a la Antártida fueron mejorando. Pero en aquellos momentos, el riesgo era mayor. “Tenías que estar bien física y mentalmente. Hoy también, pero antes era más peligroso. Era todo más prehistórico…salíamos de la base con un equipo amarillo, de esos que hoy usan los motoqueros. Si te caías al agua, a los 5 minutos te morías congelado”, cuenta.

El Mono pudo ver cientos de animales: ballenas, elefantes marinos, pingüinos, focas y orcas. A algunos, los vio demasiado cerca: “Una vez éramos cuatro en el bote, estábamos pescando, y uno me dice ‘¿qué eso que está ahí al lado?’ Me di vuelta y vi una aleta sobresaliendo del agua, era una orca de unos 8 metros de largo. Tiramos todo al agua y aceleramos a fondo el motor del bote, hasta que llegamos a un islote y bajamos corriendo. La orca nos persiguió y se quedó como media hora dando vueltas hasta que se fue. Ves un bicho así y te agarra terror”, cuenta entre risas.

La Antártida es hermosa pero puede estar llena de trampas. “En el 82, estaba en la base Carlini y fui a sacarle fotos a unas algas que estaban en la costa. De pronto, de entre las algas apareció un lobo marino, que se me puso a dos metros. ‘Qué lindo, le saco fotos’ pensé…Pero el lobo me empezó a saltar cada vez más cerca. Caminé despacio para atrás, y el lobo me seguía. Me di vuelta y empecé a correr, patinando con las botas de goma y con el lobo marino en los talones”…

Pero la situación más peligrosa no fue ninguna de esas. De hecho, la peor no fue en la Antártida sino en un viaje de ida. “En 1983, salimos de Ushuaia en un barco y nos agarró un huracán en cruce del pasaje Drake. Estuvimos cuatro días con vientos de 180 km/h, con olas de 25 metros. Ahí sí pensé que nos moríamos”, recuerda aún con miedo.

Pese a todo, el Mono le recomienda a quien pueda que vaya a la Antártida. “Que ni lo duden, es como ir a otro planeta”, cierra, a poco de viajar a ese continente de paz y ciencia que pisará por vez 40.

Fuente: Clarín

Registro público de bicicletas

Legislatura Porteña. El legislador porteño Diego Weck del bloque UCR/ Evolución presentó un proyecto que tiene altas probabilidades de convertirse en ley, busca crear un registro público de bicicletas donde vos, como dueño de una bicicleta, inscribirte en ese registro y te otorgaría una cédula con tus datos, el color, la marca y una matrícula. Este número de matrícula se grabaría en el cuadro de la bicicleta. Eso sería por lo único que hay que pagar.