En el Museo del Automóvil están restaurando un vagón de madera de los que durante años circularon en la línea A. Ya lograron hacerlo andar otra vez, por una vía de 30 metros
La evocación sopla inmediatamente. Se abren las puertas de doble hoja, arranca el motor y enseguida vuelven el traqueteo, el ruido y hasta el temblor en la luz que sale de las tulipas. El vagón avanza, como lo hizo durante un siglo en las entrañas de Buenos Aires. Pero esta vez no lleva pasajeros entre Plaza de Mayo y Once. Esta vez hace «el viaje más corto del mundo», a 2 km/h y por una vía de 30 metros. Suficiente para que un viejo vagón de madera de los que andaban en el subte le demuestre al tiempo y a la memoria que sigue con vida.
Se trata de uno de los coches La Brugeoise que se usaron en la línea A desde su inauguración, en 1913, hasta su salida de servicio, el 11 de enero de 2013. Fueron los primeros subtes de América Latina.
Hoy, el coche N° 71 está en la sede del Museo del Automóvil, que funciona desde 1999 en Irigoyen 2265, en el barrio de Villa Real, donde antes había una fábrica de soda.
En dos pisos y un subsuelo hay más de 50 autos, motos y otros vehículos antiguos en exhibición y en perfecto estado. En ese lugar, por ejemplo, restauraron el Cadillac presidencial que se exhibe en el Museo de la Casa Rosada.
Algunos vehículos son de coleccionistas que los prestaron y otros pertenecen a Luis Spadafora, vecino de 77 años, empresario pyme del sector del plástico y amante de los autos y de la historia sobre ruedas. Por eso, cuando se enteró de que los coches La Brugeoise iban a quedar en un depósito, se le ocurrió pedir uno en donación para sumarlo a su museo.
«Estaban en un depósito de Subterráneos de Buenos Aires. Una vez que conseguimos la donación, nos dieron el vagón N° 71…porque era el que estaba más cerca de la puerta», recuerda Luis. Su hija Gisela muestra fotos y videos del operativo que hubo que realizar para llevar en un camión el vagón, que mide 16 metros y pesa unos 10.000 kilos.
El primer paso, el del traslado, estaba cumplido. ¿Y entonces qué seguía? La restauración. El primer paso era lograr que volviera a funcionar y empezar a exhibirlo. «Pero si lo dejábamos a nivel del suelo, la gente lo iba a ver de abajo, nada más», explica Spadafora.
A Luis se le ocurrió otra idea. Construir una vía y un andén, que simula en su decoración de azulejos blancos y negros a la histórica estación Sáenz Peña, de la que incluso consiguió uno de los carteles originales, también restaurado.
Hace tres años, y gracias al trabajo de los restauradores del Museo del Automóvil y el aporte de algunos privados que ayudaron con donaciones, lograron que el subte volviera a andar.
Hoy, el paso en marcha es restaurar el interior del vagón y la pintura original. «No queremos dejarlo como nuevo, sí que se vea lo más posible como era originalmente», cuenta Luis.
Por eso, eliminaron los grafitis que había dejado el vandalismo y están buscando devolverle al exterior el color gris original. También repararon las tulipas, los marcos de las ventanas y otras piezas. Lo mismo quieren hacer con el barnizado de las numerosas partes de madera.
Para lograrlo, en el Museo aceptan donaciones de materiales u otro tipo (www.museodelautomovil.com). El salón se puede visitar sábados, domingos y feriados de 14 a 19.
El vagón La Brugeoise es parte de la exhibición. Se puede entrar para volver a verlo, o para que los chicos conozcan. El recorrido del «viaje más corto del mundo», en cambio, se puede hacer pero con grupos de escolares o visitantes que combinen un paseo con anticipación, por las medidas de seguridad que implica mover el coche.
Cuando los sacaron de circulación, los vagones fueron llevados a un taller, hasta que se acondicionó un galpón cercano a la estación Mariano Acosta del Premetro. Por ley, la mayor parte de la flota quedó protegida como patrimonio porteño y nacional, aunque esa misma norma también autorizó la donación de algunos coches a entidades de bien público.
Así le donaron el vagón N° 71 al Museo del Automóvil, y otros coches fueron al Museo del Transporte de Luján, la Facultad de Arquitectura de la UBA y otras instituciones. En cambio, dos fueron vendidas como chatarra porque estaban muy dañadas. Las otras 70 unidades siguen en poder de SBASE.
El del Museo del Automóvil es uno de los poquísimos coches en exhibición y casi el único que volvió a andar. Sólo una formación de siete vagones fue restaurada por SBASE para utilizarla en viajes recreativos: el primero, en 2017. También se usó en alguna edición de «La Noche de los Museos».
Los coches con carrocería de madera fueron fabricados entre 1911 y 1919 por la empresa La Brugeoise et Nivelles SA, que tenía una de sus plantas en Brujas, Bélgica. De ahí el apodo de «las brujitas», como también se los conoce. Llegaron al país entre 1914 y fines de 1919, después de la Primera Guerra Mundial.
Desde entonces, funcionaron sin parar hasta 2013, cuando se los reemplazó por las formaciones chinas cero kilómetro y con aire acondicionado que circulan hoy. La mayoría de los coches duerme en galpones. Salvo el N° 71, que cada tanto hace el viaje más corto del mundo entre el pasado y el presente.
Fuente: Clarín